¿como te ves?


Una amiga me pidio que le enseñara una fotografia de mi familia, la saque con orgullo pero me sentia tentada de colocar el pulgar sobre esa foto «con cara de presidiario». Esa fotografía en nada se parece a mí.

Todos tenemos otra fotografía de identificación personal, mucho más importante que la que podemos llevar en nuestra billetera o cartera. Se trata de un autorretrato subjetivo: el concepto que tenemos de nosotros mismos. Así como la calidad de una fotografía puede verse afectada por un mal enfoque o por ajustes incorrectos de la cámara, el autorretrato mental puede no ser fiel porque tienes una impresión imperfecta o incompleta de tu persona.

Tomemos mi caso. Mientras crecía, el mensaje dominante era: «Ariel, no puedes hacer nada bien». ¿Acaso era una representación precisa de mí? ¡De ninguna manera! yo no era perfecta en todo: nadie lo es. Pero decir que no podía hacer nada bien es una exageración grosera y humillante. Sin embargo, ese mensaje habia dejado su huella en mi corazón desde la niñez. He hizo que lleve ese autorretrato desfigurado donde quiera que vaya. Es la imagen de una chica de trece que cree que es apenas algo más que un error, siempre a punto de fracasar. Como tenía vergüenza de revelar mi identidad equivocada a los demás, era tímida y antisocial.

Por otra parte, consideremos el caso de Eliezer; la percepción de su identidad merece ser resaltada. Eliezer se crió en un hogar cristiano con padres que le prodigaron amor y cuidados. En sus primeros años aprendió que era una creación de Dios, única y muy querida. Como resultado, de adulto está muy seguro de que valía para Dios y los demás. Conoce nuevas personas con facilidad, y Dios lo ha utilizado para llevar a algunas de sus amistades a Cristo.

Y tú ¿Cómo te sientes con tu autorretrato interno? ¿Se parece lo q fue Ariel? ¿Te avergüenzas de tu autorretrato y preferirías mantenerlo oculto? ¿O se parece más bien al de Eliezer? ¿Sientes que es una fiel representación de tu verdadera identidad como hijo de Dios? Hablo con miles y miles de adultos y jóvenes todos los años, y visito a cientos de ellos personalmente después de las reuniones.
Por desgracia, conozco a muchas personas como lo que yo era. Antonio, por ejemplo, parecía ser muy equilibrado y seguro de sí mismo; sin embargo, me dijo: «Creo que soy un fracasado. ¡Tengo mucho temor a lo que la gente piensa de mí! Me cuesta aceptarme. Me da miedo sostener la mirada de la gente y hasta temo estar con ellos. Me siento como una basura. Tengo miedo de ser rechazado».
Las personas como "Ariel" y Antonio cargan con retratos subjetivos muy fuera de foco. Muy pocas personas disfrutaron los antecedentes positivos y el amparo que gozó Eliezer. Muchas personas luchan por abrirse paso en la vida y no pueden ver su verdadera identidad porque provienen de hogares difíciles, de culturas ateas o de experiencias religiosas no bíblicas, o de una combinación de las tres.

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